Los que me conocen saben que soy un amante de la cerámica y que ha sido y es mi gran pasión.
Hoy he leído un relato que me ha conmovido. Parecia que hablara de mi, porque mi taller se llamaba Fahhar, porque me he sentido enamorado de mi trabajo y porque tristemente desde hace algún tiempo mi taller ya no existe... "y he dejado de ser un soñador para convertirme en un sueño", como dice el autor.
Emocionado me he identificado con el relato, le he pedido permiso al autor para recogerlo aquí en mi blog de manera que lo podáis leer todos. Juan Pedro describe como nadie la pasión por el oficio y la triste realidad de que los alfareros mueren y con ellos se pierde un trabajo milenario.
Textos: Juan Pedro Martín Escolar-Noriega
Fotografías: Nuria Niño López
INCLINADO EN EL
TORNO COMO UN ENAMORADO
Barrero, cantarero,
alcaller, artesano de la alcallería, maestro de la cerámica
popular, la más común, la que
se hacía en los pueblos de Castilla para uso doméstico. Oficio ancestral que muere.
Ocupación artesana con la bella raíz árabe de alfaharería, arte
de elaborar objetos de
barro o arcilla con las manos que acarician el légamo para crear esa cacharrería
ruda y evocadora. Obra de artesanos barreros, cultura de las Españas multirraciales del
fahhâr musulmán, que exhorta el barro, y del hhafar hebreo, que invoca a la tierra,
elementos de vida, barro, agua, y fuego.
Fundidor de barro de
rudas y encallecidas manos que acarician con delicada suavidad el limo, bailando
con cabriolas sobre el torno que rueda al compás. Barro que siempre ha corrido inocente
y bueno frente al oro en que era mezclado por aristócratas fenicios de allende los
mares. Manos que se deslizan rememorando dulces caricias en cuerpo de mujer, todo copa
y dulzura destinada al que acaricia. Mano que sube por la arcilla encontrando en cada
pliegue una paloma que busca su contacto. Manos y barro que se funden completos
como un solo río, como una sola arena, ansiosas de derretirse en rodillas, senos y
cintura de la vasija que se moldea en la palpación en un éxtasis de belleza que viene
del corazón y se derrama por los dedos del alfarero.
Ahí está el
cantarero, inclinado en su torno, y como un enamorado se asoma al
lecho donde su amada
duerme. El artesano observa la greda y llena sus ojos de luz y fuego. Repliega con moroso
sosiego su mano y amasa el barro de magma que se encoge y estrecha como un
busto recorrido por un beso inagotable, fecundo y eterno. Otro toque y la arcilla se
estira en forma de rueca o cabestrante, mientras el que observa este
acto voluptuoso de
lasciva concupiscencia se embelesa con la vasija que, como magia, de repente, surge ante
sus asombrados ojos, creyendo, por primera vez en su vida, en la certeza de la
existencia del máximo creador con sobrecogida alegría al comprobar
que este oficio es noble
y bizarro, de todos el primero pues, en el arte del barro, fue Dios
el primer alfarero y el
hombre el primer cacharro.
Suena monocorde el
torno en su danza interminable y se ensancha en voz baja como la arcilla le dice
al alfarero que la dibuja y aprieta: "no olvides que fui como
tú. ¡No me maltrates! que el
arte es un placer del espíritu que penetra en la naturaleza y
descubre que ésta también
tiene alma".
¡Oh cuenco
callado!, rubí de la cabeza a los pies, ¿qué sientes en la rueda
antes de que el alfarero te
lance a la vida? ¿Sientes las manos que te queman como el fuego? ¿Deseas abandonar
el torno y su abrazo que te abarcan y contienen para, sobre la acera
frente a la puerta de la alfarería, alinearte sosegado con los demás
en espera de ser vendido?
Oficio honorable y
valiente que termina en una generación para no volver ya nunca más. Final de los
alfareros que aprenden a ser arcilla, poetas que han dejado de serlo
y que aprenden a ser
canción, espaderos que aprenden a ser puñal, afiladores y amoladores que
llenaban las calles con el trino de su chiflo para convertirse en
música.
Oficio artesano de
alfarero que en el pasado brilló y resplandeció glorioso. Soñador
que podías lanzar a
todas partes tu insolencia creadora de barro, y que ahora permaneces desalentado y
lánguido en la memoria, has dejado de ser un soñador para
convertirte en un sueño.
El contexto de este relato son las tierras de Castilla, os dejo un enlace del blog que os permitirá comprenderlo mejor.
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El contexto de este relato son las tierras de Castilla, os dejo un enlace del blog que os permitirá comprenderlo mejor.
Instantes en el silencio
Juan Pedro.
Desde aquí GRACIAS por permitirme publicar tu magnifico texto. Hazlas extensivas a tu colaboradora Nuria que ha sabido captar con sus imágenes la esencia de esas tierras.
Quiero dejaros aquí también un admirable trabajo de Nuria Niño López y su equipo que ilustra perfectamente lo que fué este increíble oficio y que muchos hoy día recordamos con nostalgia.
GRACIAS también a ti Nuria por tu aportación.
Quiero dejaros aquí también un admirable trabajo de Nuria Niño López y su equipo que ilustra perfectamente lo que fué este increíble oficio y que muchos hoy día recordamos con nostalgia.
GRACIAS también a ti Nuria por tu aportación.
https://www.youtube.com/watch?v=NiG_hmzhK2M
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Quiero hacer mención a otro viejo alfarero resignado también a que el suyo,es un oficio que muere.
HOMENAJE
A Jerónimo, un viejo maestro que ya se fue.
Jerónimo conocía todos los secretos del oficio, pues lo había mamao desde la cuna en el taller familiar junto con su abuelo, su padre y sus hermanos. En el alfar familiar había un horno árabe en el que cabían tres mil cantaros, cuando cocían tenían que estar alimentando el fuego varios días y noches hasta alcanzar la temperatura necesaria. Y para completar la carga tenían que trabajar todos, días y días. El trabajo era duro, muy duro.
Jerónimo conocía todos los secretos del oficio, pues lo había mamao desde la cuna en el taller familiar junto con su abuelo, su padre y sus hermanos. En el alfar familiar había un horno árabe en el que cabían tres mil cantaros, cuando cocían tenían que estar alimentando el fuego varios días y noches hasta alcanzar la temperatura necesaria. Y para completar la carga tenían que trabajar todos, días y días. El trabajo era duro, muy duro.
Hace años, allá por los 80 yo lo visite (ya en su taller), estaba solo, le lleve una pieza mía a titulo de tarjeta de visita. Le dio una inmensa alegría recibir a un colega. Estuvimos hablando toda la mañana, me dejo tornear con el y me contó su historia en el oficio con un final triste. El había trabajado duro toda su vida para que sus hijos pudieran estudiar. Y ahora que llegaba la hora de pasar el relevo, ninguno quería, pues tenían trabajos mas dignos e importantes. Jerónimo tuvo que cerrar su taller con profunda tristeza admitiendo que allí terminaba su tradición familiar.
Un buen día, 10 años después, entro en mi taller una familia, entre ellos reconocí a Jerónimo que se acerco a mi y me dio un tremendo abrazo. Venían a visitarme y a traerme una pieza suya correspondiendo así a mi visita y a mi regalo. Comprendí entonces cuan importante fue para el mi visita años atrás, no la había olvidado. Ni yo tampoco, siempre lo recordare, aprendí muchas cosas con el en nuestro encuentro de apenas unas horas.
"Vale mas un día con un maestro, que mil días de estudio aplicado"
Gracias Jerónimo MAESTRO, alfarero de Ateca.